Quien calla otorga


"Cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias” decía Oscar Wilde. También en las conversaciones, gracias al hartazgo que el resto de España comienza a sentir por el tema catalán, surgen voces pidiendo que se castigue a los catalanes concediéndoles lo que desean. Cedamos, démosles la independencia que tanto quieren. A ver si al final nos dejan en paz. A estas alturas Cataluña no es sino un problema que absorbe gran parte de las energías que nuestro país debería dirigir a temas más importantes. Comenzar de nuevo, resetear el sistema, planificar la educación la sanidad o las pensiones sin el lastre de la lucha autonómica. Dirigir  los esfuerzos a los problemas comunes sería más fácil sin la eternamente discordante Cataluña. Sin duda también dispondríamos de menos medios…bueno, en peores plazas hemos toreado. Tarde o temprano nos recuperaremos. Si al final todo es cuestión de dinero pues con su pan se lo coman.

Es entonces cuando otras voces argumentan que no se abandone a la mayoría de catalanes, que se encuentran cómodos dentro del sistema constitucional y autonómico, en manos de esa oligarquía catalanista . Son los nuestros y  no podemos colaborar a echarlos de su patria. Pero cuando se analizan los pocos interés que muestra esa parte de los catalanes que son contrarios al procés , no queda sino preguntarnos si estos esfuerzos merecen la pena.

Hay en Cataluña una parte de la población, castellanohablante, que lleva años consintiendo que su lengua, aunque mayoritaria, se haya visto apartada y relegada de la educación y la vida pública. Si preguntamos al ciudadano medio sobre todo en Cataluña cual es el idioma de Cataluña pocos contestarán que el castellano aunque en verdad sea así.

Existen en Cataluña problemas acuciantes que han pasado a segundo término ante el patrocinado proceso de construcción nacional. Los nacionalistas se han convertido en los dueños del cortijo desde hace muchísimos años, se han apoderado de las instituciones y de la vida política y social hasta reducir a la nada aquello que los unía con España, con el consentimiento de esta mayoría más silenciosa que nunca, Apáticos hasta la sumisión, tragaron una humillación tras otra de forma servil pensando que estaban invitados a una fiesta a la que nunca los dejarán entrar sin la corbata de la identitat.

Y miro con cierta envidia a los partidarios de la independencia que han sabido movilizar,enorgullecer  e ilusionar a sus gentes mientras en el otro lado sólo acertamos a adivinar una difusa masa acomplejada, avergonzada y callada que creemos mayoritaria y tal vez ya no lo sea.

Si tienen algo que decir hace muchos años que deberían haberse pronunciado. Tal vez no merezcan el esfuerzo, no sé.

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