Gracias al cromosoma

Ni aún ahora, en los peores momentos que el sistema está conociendo desde el 81, los grandes partidos que han protagonizado los últimos treinta y cinco años de nuestra historia pueden resistir la tentación de tirarse los trastos a la cabeza.

Como viejas reinonas discuten sobre los méritos pasados y las arrugas de la otra en camerinos polvorientos  ante teatros vacíos. Mientras tanto la pechugona y desvergonzada veinteañera se lleva al público de calle solo insinuando, sin enseñar sus encantos.

Oportunidades ha habido de cambiar: crisis y elecciones catárquicas pudieron aprovecharse para lograr la regeneración de esta democracia que se nos ha quedado vieja con treinta y seis años. Vieja de no usarla como los trajes de boda. Nunca era el momento, no hay que legislar en caliente, el estado dispone de mecanismos,,,y así lo han ido dejando, dejando, hasta ahora cuando no saben muy bien qué deben hacer. A lo peor sencillamente no pueden actuar porque están tan enfangados en sus propios privilegios que no disponen de voluntad ni de energía ni de ideas para transformar nada y menos sus propias vidas.

Y es que en los tiempos del esplendor en la hierba no apetecían mudanzas. Es duro renunciar al coche oficial, a los restaurantes de diseño y a los viajes en bussines a cargo del contribuyente. Es fácil acomodarse al sueldo alto, al cargo a dedo y al despreocupado dolce far niente que es pelearse con el adversario político como única obstáculo para lograr otros cuatro años.

Atacar, desprestigiar  al  otro. Nada de legislar, nada de tratar a fondo los problemas, nada de mover avisperos. Los asesores de los partidos adormecen al electorado, lo miman, lo adulan, que no se agite, que no respire, solo así nos perpetuaremos…

Y ya lo dijo Krahe: que lo único eterno era el cromosoma.

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